Tengo un gran problema con esta película, y seguro que podéis adivinar cuál. El príncipe de Egipto es una gran superproducción de la Dreamworks que adapta la historia de Moisés y la liberación del pueblo de Israel del yugo de los egipcios, y que es uno de los pasajes más conocidos y espectaculares de la Biblia. El Éxodo, como se le conoce, es además un símbolo de todas las penurias que los judíos han tenido que pasar hasta encontrar su Tierra Prometida (algo que aún no ha ocurrido, como sabéis).
Así que la cinta en cuestión es de todo menos una inocente película de animación.
Como toda gran película de animación, cuenta con un reparto de lujo y que incluye a Ralph Fiennes, Val Kilmer o Michelle Pfeiffer, y el aspecto técnico es impecable. La mayor presencia de los ordenadores en este tipo de películas es claramente visible en momentos como la separación de las aguas del Mar Rojo o sobre todo en escenas en los que deben aparecer numerosos elementos en movimiento. Esto contrasta sobre todo con esos fondos pintados y que parecen dibujados a mano y unos personajes planos típicos de una animación más clásica, por lo que se puede decir que El Príncipe de Egipto estaba justo en medio de una revolución tecnológica que nos llevaría a las tres dimensiones a las que tan acostumbrados estamos hoy.
Con un presupuesto al que sacan el máximo partido y unas cuantas licencias para hacer la cinta más entretenida al público infantil al que va dirigida, mis problemas realmente tienen que ver con la historia en sí, lo que cuentan. No me molestan tampoco las canciones, aunque son demasiado empalagosas (en realidad sólo me gusta la canción de los sacerdotes de Ramsés donde hacen un repaso al Olimpo Egipcio), ni los chistes, pero la diferencia con otras muchísimas cintas de animación en la que aparecen seres mitológicos o divinos, aquí se nos presenta a un Dios real, con mayúsculas, como la adaptación de una verdadera historia que rige la fe de millones de personas. Queda claro en el texto que aparece al comienzo que ante lo que nos encontramos es a una mitología “activa”, en la que un Dios colérico e intangible guía a Moisés contra su antiguo hermano, causando la muerte de niños si es necesario. Estrictamente en lo narrativo podríamos preguntarnos si el público puede sentirse identificado con este personaje divino y extraño, pero eso es materia para otro artículo que debería escribir en los próximos días. En resumen, El Príncipe de Egipto es una película entretenida aunque algo lenta y falta de diversión, y analizarla hace que entremos en los pantanosos caminos de cuestionarnos si existe el tan mencionado Lobby judío en Hollywood y preguntarnos por qué Hércules puede presentar a dioses como personajes de ficción más y por qué aquí no.
